jueves, 19 de noviembre de 2009

De las personas que no volvemos a ver jamás o quizás si...

JUEVES: for the memory of what we had and what is to come...
De todos esos amigos que alguna vez estuvieron cerca y compartieron mi vida de alguna manera, de los amantes que compartieron la cama y las palabras, de todas esas personas con las alguna vez reí, de todos ellos a veces me acuerdo, pero hoy en especial pensaba en Michel y en la primera vez que la vi abriendo la puerta de su casa. Recordé sus ojos negros, su acento francés y sus botas para la lluvia, de lo amable que era y los pasteles tan ricos que hacía, de que me enseño a cultivar lechugas, a recolectar frambuesas y hasta hacer cerveza casera. Me acordé una tarde en la que todos nadamos desnudos en el mar frío, en lo divertido que era estar escuchándola hablar, cómo cuando me conto que una vez le dijeron que ella en su vida pasada se había muerto ahogada en las aguas árticas, en un deshielo en Rusia. Recordé también su hermosa casa, toda de madera, las algas de mar, el cayak y a sus hijos, recordé su risa franca y la vez que recibí una postal de ella desde Australia, hace tanto tiempo que no sé de ella y de Steve, los pensé sentados en su sala, quizás estarán fumando, quizás estén en el jardín cuidando de sus plantas.

Luego me acordé de Pablo y de la primera vez que lo vi. Íbamos en un pesero, yo iba sentada, él se subió y se sujeto del tubo, traía una bufanda color azul fuerte y el cabello amarrado en una cola de caballo, en ese tiempo aun se usaba, me sorprendieron sus ojos azules, grandes, encantadores, no sé si el también me vio esa vez, ocasionalmente lo vi dos o tres veces más, quizás nunca olvide su cara, pues dos años más tarde un día llegando a la escuela, una amiga me dijo: mira él es Pablo, yo sabía que eran los mismos ojos azules que había visto aquel día. Me acuerdo de cuando nos quedamos solos en la locación del centro, del corto qué estábamos filmando, él estaba en arte y yo asistía dirección, había corte a cenar pero nosotros nos quedamos solos en el set, nos besamos por primera vez a la luz de las lámparas de tuxteno del cuarto de un personaje alcohólico. También me acuerdo de cuando pintábamos en la pared de su cuarto con un plumón azul, pintábamos y escribíamos frases para siempre recordarnos, aunque ahora ya ni me acuerdo lo que pintamos. Me acorde también de la primera vez que nos quedamos a dormir juntos y la sensación cuando se fue, de estar como de vacaciones, como en un día soleado, como cuando vas a la playa y el mar está tibio y todo está bien y uno es inmensamente feliz sabiendo que mañana también amanecerás en el mismo lugar. Ese día al despedirnos me asome por la ventana, se veían las hojas de los árboles de un verde intenso y entraba la luz de la tarde, a lo lejos Pablo me mandaba besos y brincaba, parecía feliz. Nos recuerdo en piyama escribiendo cada quien en silencio o editando hasta la madrugada, escapándonos en un océano de besos, volviendo al trabajo y repitiendo una y otra vez los mismos cuadros de la misma secuencia, nos recuerdo tan cercanos, tan confiados. Algunas veces lo he vuelto a ver, nos vemos lejanos aunque con cariño, nos vemos sin saber ahora exactamente quienes somos, en el fondo a veces prevalece una ligera nostalgia de ese tiempo juntos, de esas interminables hermosas vacaciones.

En Marisa también pensé y en su traje de surfista en la playa, no importaba que no hablara español y qué mi inglés fuera pésimo, su risa era tan contagiosa, su manera de bailar tan divertida, era una chica enorme, morena y de rastas, andaba en patineta, vivía en un pequeño tráiler y aunque nunca nos dimos los teléfonos o alguna dirección, cuatro años después la volví a ver en algún pueblo remoto en donde estaba nevando y hacía un frío que te congelaba la cara. Ella se acerco a mí con su risa inolvidable y me dijo : Me recuerdas a una chica mexicana , que se llamaba Adriana!!. Me acorde también de su historia con "el chiquilin" un cholo de San Blas del que se enamoro perdidamente y por el cual estaba triste, según yo nunca lo volvió a ver después de que durmió con ella en la playa, o quizás si, tal vez algún día, sí la vuelvo a ver me lo contará.

Me acordé de Kelly, el chavo rubio de Seattle, de cuando comimos pescado asado con romero, en la palapa en forma de kiosko que estaba atrás de la casa, la casa de ventanas rotas, discos de jazz y el mar como jardín. Nos recuerdo bailando con Walker, Mariana y Cédric, riéndonos a carcajadas por los efectos de tanta yerbita santa. Qué habrá pasado con él? Lo último qué supe es que otro amigo lo fue a visitar y su padre le dijo que estaba en un centro de rehabilitación para adictos al crack. Ahora me gustaría volverlo a ver o no sé a veces me gustaría repetir lo ya vivido y regresar a ese recuerdo.

Otra que a veces aparece en mis recuerdos es Rebeca, que fue como si se la hubiera tragado la tierra, no la veo desde que teníamos catorce años y usábamos esas falditas de cuadritos verdes y calcetas altas blancas, con colitas de caballo y pulseras de colores “gummi”, quería acordarme de que hablábamos pero no logro recordar nuestras platicas, solo recuerdo que nos escribíamos cartas durante las clases como cuentos animados con varios dibujos de historias en donde nosotras éramos las protagonistas, me encantaban sus dibujos y su caligrafía de letra bien definida, como pequeñas historietas. Alguna gente se preguntaba que tanto nos escribíamos, otros seguro alimentaban sus más raras fantasías pensando que éramos un par de lesbianas pubertas hablando de amor, las cartas se quedaron en una bolsa grande en algún lugar de la casa de mis padres y lo cierto es que hasta quince años después no volví a divertirme tanto al escribirme con alguien.